Monday, August 2, 2010

La maga

Convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Me preguntaba si este rodeo tenia sentido y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada. Y mira que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabias disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos. Yo aprovechaba para pensar en cosas inútiles, método que había empezado a practicar años atrás en un hospital y que cada vez me parecía mas fecundo y necesario.

De la misma manera le encantaban los líos inverosímiles en que andaba metida siempre por causa del fracaso de las leyes en su vida. Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos, o se acuerdan llorando a gritos de haber visto en una vitrina el décimo de lotería que acababa de ganas cinco millones. Por mi parte ya me había acostumbrado a que me pasaran cosas modestamente excepcionales. Llegue a aceptar su desorden como la condición natural de cada instante. Me parecía una disciplina necesaria aunque no quería decírselo. Me había llevado muy poco comprender que no había que plantearle la realidad en términos metódicos, el elogio del desorden la hubiera escandalizado tanto como su denuncia.

Se me ocurrió como una especie de eructo mental que todo ese ABC de mi vida era una penosa estupidez porque se quedaba en el mismo movimiento dialéctico, en la elección de una inconducta, de una módica indecencia en vez de una decencia a gregaria. Ella se peinaba, se despeinaba, se volvía a peinar, me besaba, me preguntaba por el peinado, se ponía a dibujar en un papelito amarillo y todo eso era ella indisolublemente mientras yo ahí en una cama deliberadamente sucia, bebiendo cerveza deliberadamente tibia, era siempre yo y mi vida, yo con mi vida frente a la vida de los otro. Por lo mismo estaba bastante orgulloso de ser un vago consciente. Y la irritación de estar pensando en todo eso y sabiendo que como siempre me costaba mucho menos pensar que ser, que en mi caso el ergo de frasecita no era tan ergo ni cosa parecida, con lo cual así íbamos por la orilla izquierda. Y por todas esas cosas yo me sentía antagónicamente cerca, nos queríamos en una dialéctica de imán y limadura, de ataque y defensa. Supongo que hacia ilusiones sobre mi, debía creer que estaba curado de prejuicios o que me estaba pasando a los suyos, siempre mas livianos y poéticos.

Una mujer que me pasaba su mano fina y transparente por los muslos, retardando la caricia que me arrancaría por un rato a esa vigilancia en pleno vacío. En esos días del cincuenta y tantos empecé a sentirme como acorralado entre ella la Maga y una noción diferente de lo que hubiera tenido que ocurrir. Pero detrás de toda acción había una protesta, porque todo hacer significaba salir de para llegar a, o mover algo para que estuviera aquí y no allí, o entrar en esa casa en vez de no entrar o entrar en la de al lado, es decir que en todo acto había la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que era posible hacer.

-Cortázar